Limites - GUSTAVO BONINO
Para siempre cerraste alguna puerta
Y hay un espejo que te aguarda en vano;
La encrucijada te parece abierta
Y la vigilia, cuadrifronte, Jano.
Jorge Luis Borges
Límites
Hijo, ansioso, espera a Padre. Sentado detrás de los barrotes. Padre viene caminando, del otro lado de los barrotes, hacia Hijo con los brazos vivos, brazos de abrazo. Padre se acerca y sonríe a Hijo. Hijo está grande, nota Padre. Aunque loco como siempre.
Hijo está feliz de ver a Padre que se le acerca.
Conversan largo rato. Hijo pregunta por la vida. Padre cuenta que todo bien, rutinario como la vida de Hijo, seguramente. Hijo asiente con la cabeza.
Padre e Hijo comparten un pan de miel que Madre prepara tan bien. Siempre es bienvenido el Pan de Miel de Madre, en las visitas.
Madre no va. No le gusta como huele el Pan de Miel ahí. Comer detrás de los barrotes. A Madre no le gusta eso. Por eso no va.
Padre e Hijo suelen jugar con el ajedrez de Padre, aunque Hijo tiene sus juegos también y a veces los juegan. Cartas, cosas que hacen cómodo el traspaso de las manos a través de los barrotes, sin que el juego pierda dinamismo.
Padre gana al Ajedrez. Aunque le gusta poner el tablero del lado de Hijo.
Después, como siempre, Padre lee cartas de Madre a Hijo.
Al mediodía, los barrotes se levantan y ambos caminan por un patio con piso de concreto y pasto salvaje que crece entre las grietas. Hablan de casa, de Madre. Hijo se pone mal cuando Padre habla de Madre. Extraña. Extraña muchas cosas que se hacen de a tres.
Al atardecer los barrotes los separa nuevamente.
Padre, dobla las cartas de Madre, las mete dentro de los sobres. Son muchas, siempre. A Hijo le encanta escuchar como Madre escribe.
Padre se levanta, abraza a través de los barrotes a Hijo. Hijo se entristece cuando Padre se da media vuelta y se va.
Hijo queda mirando ese instante en donde Padre llega nuevamente a la silla y se sienta. Padre sufre cuando el guardia, toma de un brazo a Hijo y se lo lleva, lentamente, hacia la salida.
Per sempre hai chiuso qualche porta
E c'e uno specchio che ti aspetta invano;
Il dilemma ti sembra aperto
E la vigilia, quadrifronte, Jano.
Jorge Luis Borges
Limiti
Figlio, ansioso, aspetta Padre. Seduto dietro le sbarre. Padre viene camminando, dall’altro lato delle sbarre, verso Figlio con le braccia vive, braccia di abbraccio. Padre si avvicina e ride al Figlio. Figlio è grande, si accorge Padre. Ma come al solito.
Figlio sta felice di vedere a Padre che si li avvicina.
Parlano lungo tempo. Figlio chiede per la vita. Padre gli racconta che tutto bene, abitudinario come la vita di Figlio, sicuramente. Figlio dice di sì con la testa.
Padre e Figlio dividono un pane di miele che Madre fa tanto buono. Sempre è benvenuto il Pane di Miele di Madre, nelle visite.
Madre non viene. Non le piace come profuma il Pane di Miele lì. Mangiare dietro le sbarre. A Madre non le piace quello. Per quello non viene.
Padre e Figlio spesso giocano con gli scacchi di Padre, anche Figlio ha suoi giochi e qualche volta li giocano. Carte, cose che fanno comodo per passare le mani attraverso le sbarre, senza che il gioco perda dinamica.
Dopo, come sempre, Padre legge carte di Madre a Figlio.
Al mezzogiorno, le sbarre si alzano e tutte due camminano per un cortile con piso di concreto e pasto selvaggio che cresce tra le fessure. Parlano di casa, di Madre. Figlio si mette male quando Padre parla di Madre. Gli manca. Gli manca cose che si fanno a tre.
Al tramonto le sbarre li separano di nuovo.
Padre, sistema le carte di Madre, le mette dentro delle buste, sono tante, sempre. A Figlio gli piace ascoltare come Madre scrive.
Padre si alza, abbraccia attraverso le sbarre a Figlio. Figlio si intristisce quando Padre si gira e se ne va.
Figlio rimane guardando quel momento quando Padre torna di nuovo alla sedia e si siede. Padre soffre quando il vigile prende di un braccio a Figlio e se lo porta, lentamente, verso l’uscita.
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